Que este pequeño libro rojo no los haga creer que tiene poco que entregar. Parto por comentar que el libro fue publicado en su idioma original -francés- el año 2006. Hoy, al año 2021, todavía refleja muchos temas de la sociedad occidental, específicamente de la mujer en la sociedad. Desde la humilde perspectiva de una mujer chilena, que solo desde el año 2016 vivió con claridad lo que se denominaría la revolución feminista, he podido aprender de discusiones que años atrás no pude cuestionar. Lo menciono porque este libro no presume el conocimiento de las denominadas “olas del feminismo”, sino que entrega una gran cantidad de reflexiones a través de un lenguaje amigable y cercano.
El libro pretende remecer al lector y creo que lo logra, puede producir desde una carcajada repentina a que frunzas tu ceño por sentirte identificada con alguna sensación incómoda de la realidad. Así, la autora comienza mostrando los roles y comportamientos con los que generalmente se ha ligado a las mujeres, los que de a poco se han ido normalizando, y que también las propias mujeres van enseñando a sus generaciones. En todo el libro se van entregando ejemplos, respecto a la manera en que se les va enseñando a las mujeres a vestirse, a hablar -no tan fuerte-, a mostrarse sumisa, a respetar y muestra también, como a los hombres se les va criando de forma distinta. Y desde el primer capítulo entrega un punto clave que no suele mencionarse en todas partes, que si el sistema de cuidados no solamente fuera de responsabilidad de las mujeres, probablemente con la parentalidad activa de los padres, el sistema podría cambiar.
Para mí, el centro del libro lo tienen tres fuertes capítulos que mezclan contenido autobiográfico y la reflexión de Virginie. El primero de ellos aborda la violación, y parece muy importante que sea uno de los capítulos con los que abra la discusión, porque justamente, habla de la violación. Refuerza también que el tema no puede mantenerse entre cuatro paredes o en el interior de las víctimas que, por cierto -gracias al mal manejo que entregamos como sociedad- tenderán a corresponsabilizarse por algo de lo que nunca han tenido culpa. La única culpa la tiene el violador o en el caso que muestra el libro, los violadores. Cabe advertir también, que no se habla de la violación solo en términos abstractos, sino que se trata un caso real.
El segundo destrona el tabú respecto al fenómeno de la prostitución. Claramente esta perspectiva es solo una de aquellas que entrega el feminismo diríamos liberal y no el prohibicionista. La autora invita a cuestionar que es a la mujer que ejerce prostitución a quien se le estigmatiza, y lo contrapone incluso con el contrato de matrimonio, en el que la mujer igualmente dispone de su cuerpo, pero en uno existe una contraprestación de dinero y en otro no, uno es mirado como moralmente correcto y otro no. En cambio, al hombre en ninguno de los dos, se le juzga o se le reprime socialmente.
Tercero -y no les cuento más para que vayan a leerlo-, se discute sobre la pornografía, o más bien, la imagen de la mujer que se muestra en dicho género cinematográfico (pensando en ideales masculinos obviamente) debido a que generalmente la industria del porno es controlada por hombres. Considera Despentes que, si las películas fueran dirigidas por mujeres, probablemente serían mejores y al mismo tiempo, concederían a las mujeres mayor libertad para conocerse a sí mismas, porque lo que buscan estas películas no es más que la masturbación. Y reflexiona acerca de si las mujeres no se masturban o solo pretenden alcanzar el orgasmo a través del coito, se estaría dejando el control del placer a partir de lo que desea la otra persona.
Para terminar, seguirán pensando al igual que yo hice, pero ¿por qué se llama teoría King Kong? La autora resume gran parte de las reflexiones de su libro en una interesante teoría inspirada en la película de King Kong de Peter Jackson, para que vayan a leerlo y me comentan si están de acuerdo.