“El otro día, en el mall, parece que pasó una señora que usaba el mismo perfume barato. Yo quise seguirla, abrazarla, colgarme de su cuello y me dio tanta pena no tener ni el olor de mi mamá, que me hinqué en el suelo, me enrosqué en la cerámica y me puse a llorar”
Enfrentarnos al dolor no es algo que resulte fácil, y por esto mismo a veces preferimos escapar de ello. Pero con esta obra de Belén Fernández Llanos, hacer frente al dolor resulta un poquito más llevadero pues, aunque el libro toca el tema de la pérdida de un ser querido, lo hace por medio de imágenes conmovedoras y mediante una prosa limpia y muy bella.
En la novela, la madre de la protagonista enferma de cáncer, y mediante la narración en primera persona de su hija de 14 años, vamos conociendo no solo lo que sucede cuando encuentran una “masita en el ovario” de la madre, sino también cómo afecta en el grupo familiar su enfermedad y posterior muerte.
La historia no es lineal, en ella se mezclan recuerdos, emociones, sueños y huellas sobre aquella infancia truncada por la pérdida de la progenitora. Cada anécdota leída va dejando cierto pesar, pero aun así no dan ganas de soltar el libro porque vamos conectando con esta niña, con sus sentimientos y también con todas aquellas referencias culturales que aparecen; quién no conoce Los Simpsons, o quien no ha escuchado alguna vez a Illapu, o la canción (que calza tan bien en el relato) I say little prayer.
Algo que destaca y que demuestra, una vez más, lo bello y triste que es este libro, son los “recuerdos inventados” de la protagonista, que son “imágenes guardadas en su memoria sobre cosas que había vivido, pero que luego de un par de verificaciones, sabía que no eran ciertas” (60). A pesar de que ella sabe que esas imágenes son inventadas, atesora y defiende en su memoria aquel recuerdo, pues solo así hacer puede resistir a la pérdida de la madre y a un posible olvido.
Recordar, entonces, es la única forma para intentar volver a ese lugar cálido y también para hacer presente su ausencia, tal como sucede en el poema “En memoria” de Jorge Teillier, que la protagonista en un momento lee a su padre porque le recuerda a la madre. Los primeros versos son: “Ella estuvo entre nosotros/ lo que el sol atrapado por un niño en el espejo”. Como puede verse, también es del primer verso que el libro toma su título. Y es que el “estuvo” conmemora que la madre vivió, que estuvo junto a ellos, aunque solo por un breve tiempo, uno tan fugaz como el sol capturado en un espejo, pero que de todas maneras fue tan fuerte como para perdurar en el recuerdo.
Y si recuerdos se trata, un hecho del libro que marca y te desgarra es el final, ese final tan emotivo que muy probablemente termine haciendo caer alguna que otra lagrimita, pero que sin duda vale la pena enfrentar, porque el camino para llegar a el no es solo de pena, es también de momentos alegres y cariño.