Del conocido dicho jamás juzgues un libro por su portada yo propongo enamórate de este libro desde su portada. En Kintsugi, María José Navia en un lenguaje chileno, moderno y a ratos ácido, relata lo simple de las complejas relaciones humanas.
A través de capítulos que funcionan como mini cuentos y enfocados en distintos personajes la autora teje en el inconsciente del lector como los integrantes de una familia crecen, cambian y toman decisiones a lo largo de sus vidas, que inevitablemente repercuten en los otros. Desde el título, kintsugi (arte japonés de pegar con oro las cerámicas rotas) el libro nos invita a disfrutar la belleza de lo “no perfecto”, de lo roto, de las mezclas, de las consecuencias de nuestras circunstancias. Desde su estructura de relatos disímiles en contexto temporal, lugares, personajes principales y propósitos, hasta lo real y contrapuesto de sus personajes, existe un llamado a identificarnos y valorar, en lo ajeno y en lo propio, aquello que es menos cómodo de compartir o asumir, a rescatar la resiliencia en nuestras caídas y la belleza de las cicatrices.
No es difícil identificarse con algún personaje, o con alguna de sus decisiones, porque todos tenemos ese lado roto, esa parte que a veces necesita ser identificada y rellenada con pegamento de oro.
De forma sutil y detallada encontraras a lo largo del libro la construcción de personajes que podrían ser parte de tu vida, en toda familia está ese ser resciliente que “sale adelante” a pesar de todo y ese otro primo, hermano, amigo o tío al que la vida le pesa un poco más.
Te invito a convertirte en un artesano del kintsugi y recomponer a partir de cada relato la historia de una familia no perfecta y algo disfuncional, que a través de la prosa precisa de Navia te dejes llevar por los detalles de esta fotografía a las composiciones familiares y amorosas de la modernidad, a internalizar que no existen las familias perfectas y que todos tenemos puntos frágiles, a disfrutar de estas historias entrelazadas por aquellos secretos de familia que todos saben y cargan, pero que nadie habla.