La oficina del agua. Reseña de Ezio Costa

La oficina del agua. Reseña de Ezio Costa

Hay algo bello pero fuerte en La Oficina del Agua, pues esta repartición pública imaginaria opera en una distopia que más que inscribirse en la fantasía futurista o la ciencia ficción, lo hace en el surrealismo, desdibujando las formas de nuestra realidad pero sin alterarla realmente. Es que las premisas son demasiado cercanas, la sequía permanente de Chile hace que el agua sea un bien sobre el que existe un estricto control, con una burocracia que pareciera estar al servicio de intereses de grandes corporaciones en una lucha social permanente.

 

En esta realidad, acompañamos a un avezado funcionario público mientras intenta un trámite personal en la oficina. En un organismo con una estética que (me) recuerda a la película Brazil (Terry Gilliam) nuestro antihéroe despliega todas las herramientas que sus décadas de funcionario le han entregado, para encontrarse con los mismos problemas que cualquier otro paciente del Estado tendría en la misma situación.

 

En la medida que la frustración del Sujeto de deuda A. Prieto va aumentanto y sus recursos se agotan, la oficina empieza a perder sus formas burocráticas tradicionales para convertirse en un paisaje onírico que, probablemente por mis deformaciones profesionales, me recordó al país de las maravillas de Lewis Carrol, y que le dan forma al relato surrealista de la obra. Persiguiendo una respuesta, nuestra Alicia se pierde en un tornado de papeles, persigue una respuesta y en el camino va encuentrando personajes que en lugar de estar al servicio de la reina de corazones, lo están al del rey de las paltas.

 

Particularmente enternecedora es, además, la historia del protagonista con su madre, que encarna esa lucha social necesaria y que ha sido despreciada en este país en sequía distópica. La relación tensa del seudor A. Prieto con su madre es la relación de la complacencia con la convicción y resuena como la relación del Estado con el pueblo, en esta visión surrealista de nuestra existencia.

 

No sé cual ha sido la experiencia de Simón Ergas con la orgánica de gestión del agua en Chile, pero a ratos pareciera que su intención es convertir en novela un famoso informe del Banco Mundial que en 2011 advertía sobre nuestros problemas institucionales en materia de aguas y que de tanto en tanto resuena en las discusiones públicas, mientras que los ríos y acuíferos se sigue secando junto con los bosques y humedales con los que son interpendientes.

 

La Oficina del Agua nos da un paseo por algunas de nuestras carencias actuales y las consecuencias que podrían tener, en una narración que no avanza desde el temor sino desde la certeza de nuestra incapacidad individual de vencer a un sistema que está allí para ser incomprensible e indestructible, y que solo sirve a señores que se encuentran en lugares que no podemos imaginar, a veces muy cerca y a veces en profundas grietas de la existencia institucional. 

 

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