Fahrenheit 451 (100 Aniversario)
Fahrenheit 451 (100 Aniversario)
Ray Bradbury
Fahrenheit 451: la temperatura a la que el papel se enciende y arde.Guy Montag es un bombero y el trabajo de un bombero es quemar libros, que estan prohibidos porque son causa de discordia y sufrimiento.
El Sabueso Mecanico del Departamento de Incendios, armado con una letal inyeccion hipodermica, escoltado por helicopteros, esta preparado para rastrear a los disidentes que aun conservan y leen libros.
Como 1984, de George Orwell, como Un mundo feliz, de Aldous Huxley, Fahrenheit 451 describe una civilizacion occidental esclavizada por los medios, los tranquilizantes y el conformismo.
La vision de Bradbury es asombrosamente profetica: pantallas de television que ocupan paredes y exhiben folletines interactivos; avenidas donde los coches corren a 150 kilometros por hora persiguiendo a peatones; una poblacion que no escucha otra cosa que una insipida corriente de musica y noticias transmitidas por unos diminutos auriculares insertados en las orejas.
«He aqui la razon por la que Fahrenheit 451 nunca dejara de fascinarnos. Contiene el alma de un niño de nueve años, y el deseo primigenio de la libertad que, como no, tiene la forma, el apetitoso aspecto, de un libro. Un libro que es a la vez todos los libros y que jamas ardera porque lo llevamos dentro.» Del prologo de Laura Fernandez
«Este libro es una advertencia. Nos recuerda que lo que tenemos es valioso y que a menudo nos apresuramos demasiado a dar por sentado que las cosas que valoramos no van a desaparecer. […] Relei Fahrenheit 451 en mi adolescencia y para entonces se habia transformado en un libro que hablaba sobre la independencia personal, sobre la importancia de pensar por uno mismo. Sobre atesorar libros y sobre la disidencia que se encierra entre las cubiertas de un libro. Sobre el hecho de que los humanos empiezan por quemar libros y acaban por quemar a otros seres humanos. […] Su esencia se mantiene incolume, y las preguntas que Bradbury plantea conservan su validez y su importancia.» Del prologo de Neil Gaiman