Máscaras de la decadencia. Las
Máscaras de la decadencia. Las
María del Pilar Vila
El patio (1952), El peso de la noche (1964), Persona non grata (1973), Los convidados de piedra (1978), El museo de cera (1980), La mujer imaginaria (1985), El sueño de la historia, además de otras novelas, volúmenes de cuentos, crónicas y artículos críticos, certifican el trabajo continuado de Jorge Edwards a lo largo de más de medio siglo. Marcaron su figura de escritor, su pertenencia social a la clase alta chilena, su amistad con Pablo Neruda –puesta en escena en su novela Adiós, poeta... (1990)–, los avatares de su carrera diplomática tanto como el carácter polémico de algunos de sus textos, el más notable suscitado por el testimonio negativo sobre la Cuba de Fidel Castro, resultado de su experiencia diplomática como representante del presidente Allende. Distinciones y premios –entre ellos el Premio Cervantes– pautan un reconocimiento mucho más significativo en el extranjero que en Chile. Los sentimientos de desencanto, frustración ante la decadencia de su clase, a la que Edwards no cesa de convertir en centro de la historia chilena, tiñen las concepciones estéticas e ideológicas de la llamada “narrativa de la decrepitud” de la generación del cincuenta, su generación. Atinadamente, el trabajo crítico de María del Pilar Vila en Las máscaras de la decadencia.
La obra de Jorge Edwards y el medio siglo chileno se aparta de los riesgos de congelar en el tiempo la poderosa impronta de esas cuestiones tanto como de limitar sus alcances. La cuidadosa revisión de los textos narrativos en relación con cartas privadas, discursos académicos, reportajes, crónicas, etc. sigue inteligentemente los cambios operados en la producción de Edwards, y las nuevas significaciones que impregnan el encierro, la soledad, el silencio individual y la muerte en los vetustos caserones de los relatos del comienzo, cuando la dictadura de Pinochet impone, en 1973, un nuevo “peso de la noche” a toda la sociedad chilena. Sin dudas, el mayor mérito de Las máscaras de la decadencia, más allá de la exhaustividad de los materiales considerados, es fundar sus interpretaciones en el desarrollo de las redes que articulan estos interrogantes: ¿Hasta dónde este hecho transforma las inscripciones dobles y ya conflictivas entre linaje y literatura, literatura y política, diplomacia y periodismo, tan patentes en la obra y en la imagen autoral de Edwards? ¿Cuáles son sus alcances de la acuciosa fabulación del pasado chileno en la narrativa posterior de Edwards? ¿Qué vaivenes provoca en estos temas la fractura producida por la caída de Allende? ¿Cómo pesan en el presente del escritor?