Rojo puta

La construcción poética en Rojo Puta de Perrine Le Querrec (Francia, 1968) es cruda y dolorosa. Sin maquillaje, nos sumerge en la vivencia de la violencia contra la mujer desde la propia voz de quienes han sobrevivido a ella. Hace visible lo invisible. Resquebraja la muralla tétrica de «lo doméstico» más allá del binarismo patriarcal que separa lo público de lo privado, cortando las raíces de la culpa y la vergüenza. Rojo Puta es un ejercicio constante y minucioso de subjetivación, es decir, ser sujetas de la propia vida y la existencia. Es la toma de la palabra —y conciencia—, como diría Julieta Kirkwood. Los relatos recogidos esbozan las particularidades de las percepciones asumidas sobre sí mismas a partir de la experiencia del horror, posibilitando trascender la categoría de objeto pasivo y víctima. A través del lenguaje se plasman los deseos propios de reconocimiento, creación y afirmación. Imbuirse en estos poemas es sin duda un proceder incómodo pero necesario. Irrumpir y perturbar el silencio configuran un llamado urgente que asegure el derecho a una vida digna y sin violencia para nosotras, más allá de clichés y retóricas vacías.