Vamos A Tocar El Agua
Vamos A Tocar El Agua
Luis Chavez
Cada noche, antes de acostarse, una niña de cuatro años pregunta a su padre entre sollozos: ¿Por que estamos aqui? Suena razonable: como su hermana mayor y su madre, la niña ha sido extirpada de su paraiso caribeño e implantada en el corazon del invierno berlines. Los Chaves estan en Berlin porque el padre escritor gano una de las becas mas codiciadas del mercado internacional de residencias de artistas: un año de estadia, con un estipendio generoso y la unica obligacion de aprender el remiso sistema de declinaciones de la lengua alemana. Si Chaves tuviera que contestar la pregunta de su hija, la respuesta honesta seria: estamos aca por amor al arte. Esa extraña precariedad elegida es la materia central de este libro. En boca de Chaves, la primera persona suena menos como un alarde epico que como la voz natural de una sensibilidad muy precisa, fiel a las minucias significativas, los rastros menores, los detalles. Vamos a tocar el agua -bella frase que el poeta pone en boca de una de sus niñas, pero bien podria condensar la transparencia, la economia emocional de su prosa- es un libro autobiografico, ensimismado en una experiencia de ficcion que es el registro verdadero de una realidad irreal. Solo que esta realidad sabatica tropieza fatalmente con su doble desnudo: el desarraigo, la fragilidad, la indefension real de las migraciones forzadas. Ese fondo esta alli, pero es como si el libro no supiera que hacer con el y solo atinara a traducirlo a su equivalente arty: la forma de vida del escritor en residencia, con sus apremios calibrados, su desamparo sin consecuencias, su intemperie a plazos.